La sesión de la OTAN de hoy reúne a sus 32 países integrantes con el incremento del gasto militar al 5 por ciento del PIB como tema principal, a petición (nada amable) de Trump, quien advirtió no estar dispuesto a cumplir la cláusula de la defensa colectiva fundacional, si no aumentan el gasto militar en los términos exigidos. Ese ultimátum, con Rusia en expansión, se toma en cuenta. El bombardeo de la infraestructura nuclear iraní se convierte en el elefante en la sala de la OTAN.
No siempre hubo enemistad entre EU, Israel y la antigua Persia. Los ingleses (British Petroleum) explotaron los hidrocarburos antes de ser nacionalizada la industria; la CIA deponía gobiernos y ayudaba al sha de Irán (amigo de occidente), que oprimía a un pueblo descontento para mantenerse en el poder.
En 1979, Richard Nixon visitó México. Voló desde Tijuana al entonces Distrito Federal. Se desplazó por tierra a la residencia ubicada en el número 100 de Privada del Río, en Palmira, Cuernavaca, Morelos.
Nixon dimitió a la presidencia cinco años antes por el caso Watergate (qué tiempos aquellos en los que un escándalo obligaba a los políticos a dejar el poder). Se reunió con su amigo, el sha de Irán, Mohammad Reza Pahlavi, su esposa, la emperatriz Farah, y su heredero, entonces de 18 años, Reza Ciro Pahlavi.
José López Portillo los había acogido en su exilio a petición de Jimmy Carter y David Rockefeller.
La revolución islámica de 1979 marcó el final del imperio persa e instauró la República de Irán, bajo el ayatolá Jomeini. Se estableció un sistema político basado en la interpretación chiíta del Islam y las relaciones de Irán con Israel y EU viraron 180 grados. La toma de rehenes diplomáticos estadounidenses en Teherán ese mismo año fue una crisis que influyó en la derrota de Carter ante Reagan. Se liberaron a más de un año de cautiverio.
Pasaron cinco décadas de enemistad de Irán con “el pequeño Satán” (Israel) y el “Gran Satán” (Estados Unidos), plagadas de tensiones, espionaje, escaramuzas y conflictos recurrentes en su lucha disuasoria armamentista, territorial, religiosa, con la idea de una bomba nuclear escondida en el subsuelo de Irán.
La decisión temeraria de Trump de bombardear Irán pone al mundo al borde de las llamas. Los aliados naturales de Irán, Rusia y China, muestran una respuesta tímida y mesurada. Rusia mantiene su foco en Ucrania y, aunque teme perder influencia en Oriente Medio, no se arriesga aún a un conflicto directo con EU. China, históricamente, ha preferido las presiones económicas a los ataques militares y son, precisamente, las consecuencias económicas del conflicto las que preocupan a China y al resto del mundo.
La capacidad bélica iraní es limitada —las bases militares gringas cercanas son las que corren peligro directo—, pero Irán tiene a la mano un castigo económico de fuertes repercusiones: el cierre del estrecho de Ormuz por el que circula poco menos de la cuarta parte del crudo que se comercia mundialmente. Ante esta retaliación, los más afectados serían los productores de Oriente Medio y los países asiáticos, quienes más se abastecen del petróleo y gas que circulan por el estrecho. Ningún país se salvaría de las presiones inflacionarias. Si Irán cierra Ormuz, Trump estará tentado a reabrir la ruta.
Las tensiones entre Irán y Estados Unidos complejizan las relaciones con sus vecinos en Oriente Medio. Irán ha perdido progresivamente poder en la OPEP y apenas restableció relaciones diplomáticas con Arabia Saudita en 2023, por mediación de China. Cerrar Ormuz convertiría a Irán en esa amistad incómoda y molesta para las potencias cercanas.
Del lado de Estados Unidos, el ataque no está siendo tan bien recibido por la opinión pública de ese país. Como era de esperar, los detractores de Trump han organizado algunas movilizaciones de protesta. Lo que es más sorprendente es que al interior del movimiento MAGA el conflicto iraní también causa malestar. El recuerdo de Irak hace que incluso fieles defensores de Trump, como el comentarista político Tucker Carlson, cuestionen la política intervencionista.
El heredero del sha de Irán que vivió en Cuernavaca, Reza Ciro Pahlavi, ya apareció en París para reclamar una transición democrática que será imposible sin invasión.
El conflicto puede escalar a guerra; la guerra se puede extender de la región al mundo. A la guerra comercial de Trump le agregamos el alza de precios con escasez de gas y petróleo y un zafarrancho en el Golfo Pérsico, el de Omán y el mar Arábigo, que pueden salpicar al mundo. No, no es la guerra del fin del mundo, pero sí es un momento límite en el que la liga que estira Trump nos pone a todos en peligro. Mientras tanto, la inteligencia mexicana se corta las venas por la “deriva autoritaria” de una democracia que debemos repensar para dejar de mirarnos el ombligo.
Lectura sugerida: Una vieja amistad: Relaciones históricas y culturales entre Irán y el mundo hispánico de Fernando Escribano Martín (Sílex).
Gracias a LGCH, como siempre.