El mundo en pie de guerra. Convulso, en crisis de identidad y falta de rumbo. Las instituciones de la posguerra, desgastadas y en desuso. La conformación de nuevos bloques hegemónicos, a la vista. La disputa por el poder entre hombres fuertes, mesiánicos y populistas, de derecha y de izquierda, a la orden del día.
Es evidente el deterioro de los valores éticos y morales de la política; de pena ajena el pleito entre Trump y Musk. Estamos ante un laberinto peligroso que pone en riesgo las libertades y la convivencia armónica de la humanidad. Trump, obsesionado por hacer historia, encabeza la cruzada para construir un nuevo orden mundial, donde sus vecinos resultan incómodos por impuros y peligrosos.
A México lo ha denunciado en múltiples ocasiones con calificativos denigrantes y ofensivos. La República navega en mar proceloso, urge puerto donde atracar. Si queremos salir de la tormenta no podemos seguir haciendo lo mismo. Hace falta una fuerte sacudida al país. El gobierno debe reconocer la urgencia de dar resultados concretos, resolviendo los problemas que nos agobian y nos hacen vulnerables ante el mundo.
El problema no es Trump, somos nosotros. De tiempo atrás las administraciones y sus gobiernos, de distintos colores ideológicos, unos más y otros menos, han sido ineficientes y no han estado a la altura de las circunstancias. Han faltado estadistas con visión de grandeza en el ejercicio del poder.
Qué pena ante las nuevas generaciones. Les estamos entregando un país con grandes posibilidades de trascendencia, pero postrado y desgastado por sus contradicciones internas; anclado en el pasado, con bajos niveles de desarrollo y con amplias regiones en pobreza extrema. Para colmo, con territorios en donde la autoridad abandonó sus funciones y cedió el mando a la delincuencia, dejando a la gente a su suerte. Esta realidad es nuestra debilidad y el elemento motor que utiliza Trump como amenaza de seguridad nacional para Estados Unidos.
No se puede tapar el sol con un dedo. Esconder la basura debajo del tapete es esquizofrenia política y culpabilidad manifiesta. Desterremos nuestros miedos y temores. México lo merece y lo exige. El nuevo rostro de la República sólo será posible con acciones concretas de gobierno: combate integral a la inseguridad, restablecimiento de la paz y del Estado de derecho, respeto al marco constitucional, seguridad para la propiedad privada y las inversiones, institucionalización de la democracia, respeto a la división de poderes, liquidación de empresas ineficientes y sustitución por nuevas y modernas y creación de un organismo soberano tipo Banco de México para el manejo de los recursos de los programas sociales, entre otras.
La propuesta de crear un organismo autónomo, similar al Banco de México, para evitar la manipulación del voto no es ingenuidad política. Es la oportunidad de la presidenta Sheinbaum de trascender y demostrar generosidad democrática. Es evitar que el gobierno manipule a la pobreza para obtener votos. Es rescatar la dignidad humana.
Estas ideas y planteamientos políticos tienen el ánimo propositivo de ampliar el debate de la negociación con nuestros socios comerciales y pasar, de un estrecho callejón de asuntos punitivos, a otra dimensión política para garantizar el desarrollo y la prosperidad social.