Las estructuras jerárquicas que concentran las decisiones en la cima y las ejecutan en niveles inferiores, están en camino de desaparecer. Ahora el panorama empresarial es muy dinámico y globalizado, con una tendencia hacia diseños más planos y ágiles, donde el flujo de decisiones transcurre de manera horizontal, la colaboración resulta intensa y la velocidad de adaptación es vital para sobrevivir y prosperar.
Datos recientes indican que alrededor del 71% de las compañías en Estados Unidos ya utilizan metodologías ágiles. El éxito de estas estructuras está en gran medida en una nueva visión del liderazgo, que ahora funciona con una lógica diferente: menos control, más confianza; menos autoridad vertical, más colaboración horizontal.
Empresas como Spotify han reconfigurado sus operaciones con squads autogestionados, mientras que Valve, en el ámbito de videojuegos, funciona sin jerarquías formales y permite a cada empleado definir dónde y cómo aportar valor. Incluso actores tan tradicionales como ING Group en el sector financiero rompieron esquemas al reestructurar su organización en cientos de equipos autónomos, demostrando que son factibles en campos muy regulados.
Este nuevo escenario organizacional exige líderes con un conjunto particular de cualidades y actitudes, algunas opuestas al modelo tradicional. En primera instancia, la capacidad de delegar es esencial. Centralizar todas las determinaciones carece de sentido; la función principal del líder radica en facilitar, remover obstáculos, brindar claridad estratégica y permitir que las decisiones avancen con celeridad hacia el punto donde está la información valiosa. Esta postura demanda humildad y una mentalidad de crecimiento permanente.
Otra competencia esencial surge en la habilidad de mantener una comunicación clara y constante. En organizaciones planas, resulta inviable monopolizar la información en la cima; debe fluir de manera veloz y con transparencia hacia todos los niveles para garantizar que los equipos puedan resolver con agilidad.
Sin embargo, estos liderazgos conllevan desafíos, sobre todo en los procesos de transformación organizacional. En este escenario, la empatía es decisiva: escuchar dudas, exponer el propósito del cambio y acompañar de cerca al equipo durante la transición convierte incertidumbres en entusiasmo.
En última instancia, la gestión del talento afronta retos particulares en estructuras planas, donde las trayectorias profesionales tradicionales parecen menos definidas. Por esta razón, el líder moderno debe ofrecer oportunidades de desarrollo, promover el reconocimiento fundamentado en habilidades y asignar proyectos desafiantes que fortalezcan el compromiso y la motivación.
Liderar en esquemas ágiles y planos va mucho más allá de seguir modas administrativas, ya que representa una evolución imprescindible ante un entorno empresarial cada vez más veloz e interconectado.
¿Bajo qué esquema de organización trabaja tu empresa? Coméntame en redes sociales como LinkedIn, Instagram, o X y sígueme en el podcast “Dinero y Felicidad”, en Spotify, Apple Podcast, entre otros.